Enadco

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Punto y aparte

Le desconcertaron los resultados cuando abrió el sobre. Sus compañeros del grupo de terapia, le habían puntuado muy bajo. Esos papeles le definían como una persona fría, insensible y carente de empatía.

Le dolió. Le dolió más de lo que era capaz de admitir. Habían compartido dos años de su vida, confidencias, vivencias y un puñado de emociones encapsuladas, que habían hecho callo en sus almas. Le costó, pero se abrió a sus compañeros y les relató el infierno que había pasado en casa. Les contó cómo su padre borracho había abusado de él y lo había utilizado como un saco de boxeo en el que descargaba toda su rabia e impotencias, desde su más tierna infancia. Y como su hermano, que era mayor que él prefería mirar hacia otro lado, no fuese que todo aquello se volviera en su contra y cambiaran los papeles. Les habló de sus noches durmiendo en la calle y de lo que había tenido que hacer para poder sobrevivir.

Cuántas veces había soñado con una vida diferente. Anhelaba sentir el calor de un abrazo. Soñaba con dejarse llevar y dejarse acariciar..., pero su piel acostumbrada al sufrimiento, ya no confiaba y se alejaba de cualquier contacto físico por leve que fuera.

¿Cómo sus compañeros no habían sabido verlo?, ¿cómo a pesar de conocer su dolorosa realidad, le habían puntuado así? Definitivamente, el curso había sido ineficaz y una pérdida de tiempo, aunque no para él.

lunes, 24 de abril de 2017

En clave de fa

Para J.V.B.

Qué curiosa que es la vida. Cómo cambia todo de un día para otro y cuando creías que lo tenías todo perfectamente ordenado y atado, un pequeño soplo tumba todos tus sueños. Resquebrajando y haciendo jirones toda esperanza.

Qué sorprendente el destino. Cuando menos te lo esperas, improvisa y hace que coincidan en el espacio y tiempo dos vidas, que se sienten heridas de diferente forma y son bálsamo y aliento la una para la otra.

Este es el relato de dos de esas almas.

Tú te sentías sola y sin consuelo. Buceabas en recuerdos en blanco y negro de un tiempo pasado, tal vez, sólo, tal vez, mejor que el nuestro.

Yo me sentía perdida, torpe y a la deriva. Por mucho que lo intentaba, no hallaba respuestas a las dudas y miedos que me carcomían por dentro.

Desde que nos conocimos, aquel 13 de enero,  congeniamos. Y en un piso en la calle Luna, en pleno centro del Raval, entre películas, música, confidencias y muchos sentimientos, se tejió nuestra historia.

Tu mirada, el terciopelo de tu voz y la paz que me transmitías, hicieron que me quedara hasta el final.

Por mi escucha, sentido del humor y saber estar, quisiste que te acompañara.

Y diste rienda suelta a tus historias y los recuerdos que tenías guardados en lo que fueron cajas de galletas en otro momento. Los compartiste conmigo entre risas y a veces lamentos.

Yo fui para cuidarte y acompañarte, pero tú y tu inquebrantable fe, fuisteis para mí en muchas ocasiones, sustento.

Cuántas veces me presentaste como tu nieta. Cuántas veces presumí de abuela. Nos sentíamos familia y ni la sangre podría acrecentar ese sentimiento.

Me asombraba la gran capacidad de amar que tenías. Cómo eras capaz de centrarte en la parte buena de las personas y circunstancias complejas de la vida. Aún cuando a veces, era muy difícil verlo.

Fuiste una persona buena,  con un alma noble y un corazón enorme. Corazón curtido en mil batallas que la vida y el amor, sólo habían conseguido engrandecer más.

Muy generosa y desprendida. Cuando eras más joven, con tu hermano Juan, hiciste muchas cosas por el barrio y sus gentes. Quizá más por sus gentes, por las personas. No podíais ver que alguien sufría y no hacer nada al respecto. Ropa, un baño caliente, algo de alimento.

Ya de mayor, escuchabas a tus amigas, pedías al Presidente mirar por el bien común y rezabas a Dios por la humanidad. Fuiste paz y consuelo.

Y cuando el pasado y el malestar pesaban, la música nos transportaba a un sitio libre de dolor y ahí crecía nuestra conexión.

Y cuando las palabras no ofrecían consuelo, el calor y tacto de tu mano sobre la mía y un abrazo, hacía el resto.


Un día 13, la vida en una de sus improvisaciones, te llevó a otro lugar donde no existe el sufrimiento y todo es paz y bienestar. Y donde, nos gustaba imaginar, siempre había música.



viernes, 30 de diciembre de 2016

Amor verdadero

-Abuela, ¿cómo podré reconocer al amor de mi vida?
-Cariño, lo reconocerás cuando lo tengas delante
-¿Y cómo lo haré, abuela?
Lo reconocerás cuando sientas que estando con esa persona, nada más importa.
Al conectar vuestras miradas, os parecerá que el mundo se detiene y el pensamiento, a menudo será secuestrado, por algún recuerdo, por algún momento compartido.
Sentirás que te motiva a ser la mejor versión de ti misma y viceversa. Que suma en tu vida, te valora y merece tu atención y cariño.
En vosotros habrá respeto y confianza. Aceptación.
No encontrarás palabras suficientes que puedan transmitir lo que sientes. Y sentirás la necesidad de hacer que sus días, sean más bonitos.
Y cuando en algún momento, al entregarte te sientas vulnerable, te acogerá, cobijará y mecerá con todo el cariño y mimo que posea.
Cuando estés con  "esa persona", percibirás tal grado de complicidad y conexión, que te parecerá que ambos corazones laten al compás.
Podrás reconocer el verdadero amor, porque ese día, se disiparán todas tus dudas.
Y una vez más, con los primeros rayos de sol, una sensación agridulce me invadió. Sólo me quedaba el recuerdo de un sueño que había experimentado como real y la calidez de un beso en la frente.

Me levanté rápidamente, tenía algo importante que hacer. Ése sería el día de mi no boda.


 Para Belén, Ana y Bego. Muchas gracias por acompañarme, apoyarme, animarme...a que cumpla mi sueño. Siempre tendréis un lugar especial en mi corazón. 

lunes, 17 de octubre de 2016

Palabras para Aitana

Querida Aitana:
Dentro de muy poco nacerás, todo está preparado para tu venida.
Tus papás, abuelos, tíos..., te esperamos con los brazos abiertos y el corazón repleto de amor y buenos deseos.
Ya verás qué habitación más bonita te han preparado tus papás. ¡La han pintado y decorado ellos...! 
Verás flores, mariposas... de diferentes colores y tamaños. Las han hecho pensando solamente en ti, en tu bienestar, en que te sientas feliz y contenta.
¿Sabes? El día que tú nazcas, será un día muy  feliz para todos nosotros. Llevamos casi 9 meses esperándote, deseando ver tu preciosa carita.
Casi 9 meses en las que se nos dibujaban, tal vez, sonrisas tontas cada vez que pensamos en ti.
Casi 9 meses soñándote, imaginando cómo serás.
Casi 9 meses deseando que disfrutes de la vida y que te sientas plena y feliz.
Tienes toda una vida para vivirla como más te guste. Toda una vida para experimentar, para aprender, para jugar, para amar, para disfrutar...para ser feliz.
Recibe el amor, la fuerza, el permiso y la vida de los que estuvieron antes que tú. Ellos siempre te acompañarán y guiarán tu camino.
Con todo mi amor
Tu tía

miércoles, 13 de julio de 2016

La cajita de música

Mirta llevaba más de 2 años viviendo en Madrid. Llegó con una maleta cargada de sueños, esperanzas y algunos miedos. Quería convertirse en una gran bailarina clásica.
Constancia, sacrificio y disciplina. Esas eran las bases en las que se sustentaba la disciplina que ella tanto amaba.
Frente al espejo del salón, ensayaba mientras de fondo se escuchaba una pieza de TchaikovskyEn tan solo 2 semanas tendría una importante audición y si la superaba, se iría de gira con una compañía y actuaría en los mejores teatros y auditorios del país. Era una gran oportunidad que no podía desaprovechar.
Al llegar a su apartamento, encontró una nota de su vecina, un mensajero le había traído algo y ella se lo había recogido.
Diez minutos después  estaba en casa con el paquete en las manos. Se sentó en el sofá sin atreverse a abrirlo. Provenía de Rusia, su país. Se lo remitía la señora Medlev, la vecina de su abuela.
Con el corazón encogido, fue rompiendo el papel de estraza que recubría una vieja caja de zapatos. En su interior, un montón de cartas amarillentas por el paso del tiempo y el uso, y un cajita. Su cajita de música.
Con cariño la cogió y la puso sobre la mesa y con sumo cuidado la abrió, liberando la bailarina que había en su interior y que giraba, al compás de la música. Esa cajita era lo único que le quedaba de su madre.
Dejó que las dulces notas la invadieran. Cerró los ojos mientras se recostaba en el sofá. Tiempos pasados vinieron a su memoria. Recuerdos de otra época en lo que todo era diferente.
Y rememoró las visitas de los domingos en el internado de su abuela, en los que le llevaba pañuelos bordado, dulces caseros..., visitas  llenas de conversaciones vacías y miradas cargadas de sentimientos. Silencios que hablaban lo que ellas callaban y recordó ése  abrazo de despedida, en el que entregaban el alma.
Cuando acabó la canción, estalló en un llanto profundo y desgarrador. Aquel paquete significaba que su abuela había fallecido. Se había quedado sola y aquella era su herencia.
Durante 2 días fue incapaz de abrir las cartas. Las tocaba, las abrazaba y a veces, le parecía oler la fragancia de heno que ella utilizaba.
Una noche se despertó empapada de sudor por una pesadilla. En su sueño podía verse en un teatro viejo y oscuro. Intentaba ejecutar los pasos que durante tanto tiempo había ensayado, pero de cintura hacia abajo, su cuerpo no le respondía, no podía mover la piernas..., estaba pegada al suelo.
Incapaz de seguir durmiendo, se levantó a por un vaso de agua y cuando volvía a su habitación, vio las cartas encima de la mesa. Cada una de ellas estaba marcada con un número, que le mostraban el orden que debía seguir.
Tomó la primera y decidió que había llegado el momento de leerlas.

Saratov, 13 de julio de 2006
Querida Mirta, si estás leyendo esta carta, es porque para mí ya todo ha terminado.
Junto a ésta, habrás recibido 6 más y tu cajita de música.
Lo que así te relato, fui incapaz de contártelo  directamente. Era demasiado doloroso y me llevo ese peso de corazón a la tumba. En ningún momento he querido hacerte daño, pero creí que si sabías lo que pasó, entenderías muchas cosas. Por favor, no me juzgues..., no supe hacerlo de otra manera.
Con un inmenso amor, me despido de ti.
Svetlana

En un par de ocasiones tuvo que parar de leer y enjugarse las lágrimas.
Al finalizar la primera carta, no pudo evitar coger otra. En ella había una foto ajada por las puntas y bastante deteriorada. En ella aparecía Mirta de bebé con su abuela. La tenía en su regazo tapada con una mantita infantil de cuadros blancos y rosas. Su abuela sonreía con tristeza. Tenía la mirada más triste que había visto nunca.
Las cartas estaban escritas en momentos señalados en la vida de Mirta. Su mayoría de edad, cuando le concedieron la beca que le permitió estudiar en Francia y España..., en ellas le expresaba su orgullo y satisfacción. Le hablaba de lo feliz que se sentiría su madre al ver en la mujer que se había convertido y en cómo había heredado de ella su fuerza de voluntad y valentía. Le contaba lo duro que era para ella estar separadas y lo mucho que la quería.
A Mirta le emocionaba lo que leía sobre su madre. No la llegó a conocer ya que falleció en su parto.
Cuando llegó a la última carta, comprobó por la fecha que era la primera que escribió.
Estaba fechada el 11 de enero de 1.999, ese día Mirta cumplía 5 años.

Querida Mirta, hoy te dejé por primera vez en el colegio, para no recogerte al terminar las clases.
En el pueblo  hay habladurías de mí y mi estilo de vida y tú cada día eres más vivaz y espabilada y quiero mantenerte alejada de todo esto. Por eso he decidido internarte en el colegio. Es el único lugar donde puedo protegerte de todas esas miradas llenas de reproches y juicios y darte la vida y la educación que te mereces. La que yo no pude tener.
Nos separan 300 kilómetros, pero te prometo que todos los meses iré a verte.
Cuando yo tenía 13 años, perdí a mi madre. Falleció en la explosión de una de las calderas de la fábrica en la que trabajaba. Apenas pude llorarla, tuve que dejar la escuela y ocuparme de la casa.
Mi padre era minero y trabajaba 14 horas picando carbón. Cuando llegaba a casa lo hacía tan cansado, que tras cenar algo se iba a dormir.
Un día, cuando yo tenía 15 años, hubo un derrumbe en el que fallecieron cinco mineros, uno de ellos era mi padre. Tardaron tres días en recuperar los cuerpos.
Tras aquello tuve mucho miedo, estaba sola y no sabía cómo saldría adelante. Una de las señoras más adineradas del pueblo, se apiadó de mí y me ofreció comida, habitación y 10 rublos mensuales, si trabajaba en su casa. Y así empecé a trabajar limpiando, planchando, cocinando...con las demás sirvientas.
Una noche, me desperté al escuchar cómo se abría la puerta. Era el señor de la casa. Se metió entre mis sábanas y me pidió que estuviera callada y que no dijera nada a nadie de lo que iba a suceder o me echaría de la casa y se encargaría de que nadie en el pueblo me diera trabajo ni cobijo.
Cada noche se repetían las visitas y yo callaba y cerraba fuertemente los ojos, deseando que todo terminara pronto.
6 meses después descubrí que estaba embarazada y al decírselo al señor, me abofeteó y en mitad de la noche me dejó en la estación con un billete para Saratov y dinero suficiente para vivir algunos meses.
Con 17 años era madre, tenía que mantener a mi hija y no tenía trabajo, dinero ni un lugar donde guarecernos. Pedí limosna y estuvimos durmiendo en una de las iglesias del pueblo.
Un día frío y lluvioso, uno de los señores de la ciudad,  me ofreció dinero a cambio de sexo. Me dijo que si accedía, ya no nos faltaría nada ni a mi hija ni a mí y así es como empecé en el mundo de la prostitución.
Nunca he tenido el amor de un hombre, sólo sexo por unas pocas monedas. Unas monedas que me permitían darle comida, ropa y un techo a mi hija y cuando falleció con 18 años, también a ti, a mi nieta. No me arrepiento de lo que hice.
Al principio sentía un gran dolor en mi alma, pero terminé acostumbrándome al sufrimiento. Me compensaba ver cómo tu madre me sonreía y crecía sana y fuerte. En todo momento la mantuve alejada de aquel mundillo y eso mismo quiero hacer contigo.
Espero que nunca te hayas sentido abandonada por mí, porque siempre fuiste el centro de mi universo y todo lo que hice, lo hice  por  amor.
Svetlana

Al terminar de leer el testimonio de su abuela, Mirta estaba desolada.
En poco días había perdido a su abuela y había descubierto que realmente no la conocía.
Siempre había pensado que se dedicaba a bordar. Tenía decenas de pañuelos bordados por ella. Unos con sus iniciales y otros con animales o flores de diferentes colores.
En sus visitas al colegio, le había contado que se dedicaba a preparar el ajuar de las muchachas casaderas del pueblo. Ella era la encargada de bordar sus sábanas, toallas...,y cuando se quedaban embarazadas, les hacía toda la ropita que utilizaría el bebé.
Todo había sido una mentira. Una gran y horrible mentira. Su abuela, la mujer que más había querido y admirado, había sido prostituta.
Con rabia cogió todas las cartas y la cajita y las introdujo en la caja de zapatos. Lo metería todo en el fondo del armario, hasta que decidiera cómo deshacerse de aquellos dolorosos recuerdos.
Eran más de las 4 de la mañana, cuando volvió a la cama y como suponía, ya no pudo dormirse. No podía dejar de pensar en todo lo que había descubierto esa noche. No podía entender porqué su abuela no se lo había contado. Tenía tantas dudas y preguntas...
A las 7 de la mañana, como cada día, el despertador sonó. Y como cada día se dio una ducha rápida, desayunó y se marchó al ensayo. Le esperaba un día duro.
Cuando volvió a casa, eran casi las 10 de la noche, se preparó algo de cenar con la intención de un poco la tele antes de acostarse. Estaba muy cansada.
Se sentó en el sofá y vio que había algo en el suelo. Era la foto con su abuela, cuando ella era bebé. Y al volver a verla y conectar con esa triste mirada. La mirada más triste que había visto en su vida, supo que estaba siendo muy injusta con su abuela. Había juzgado y sentenciado a su abuela, la mujer que tanto había luchado y sacrificado por ella...
En esos momentos se sintió sucia y despreciable. Había hecho justo lo que su abuela le pidió que no hiciera, la juzgó.
Si ella hubiera sido su abuela, ¿qué no habría hecho por su familia, por su hija o por su nieta?
Con ternura cogió la foto y la puso en su mesita. Esa fue la primera de muchas noches, que se durmió contemplándola.

miércoles, 15 de junio de 2016

Alex & Ana

Dos corazones solitarios y un encuentro imaginario,
que tal vez no se dará.
Dos realidades muy distintas, diferentes puntos de vista
¿algo las unirá?
Ana, seria y decidida, conservadora y altruista, 
sus escritos por ella hablarán.
Alex, aventurera y divertida, su escuela fue la calle y
está lejos del qué dirán.


Sin permisos ni licencias, de imprevisto y con contundencia
se metió en su corazón.
Con unos versos dedicados y alguna mirada robada,
 le ha obnubilado la razón.
Con esa magia natural que destila todo su ser
la tiene tan presente, que a veces llega hasta doler.


Alex quiere hacer visible, lo que ese ser sensible,
hace sentir a su corazón.
Ana siente mucho miedo y aunque quiere no se atreve
 a licitar su relación.
Alex, mujer valiente y decidida, la acompaña con 
paciencia y  mucha comprensión.
Y Ana se muere por dentro, es fiel a un  juramento,
que mantiene con lamentos y gran dolor de corazón.


Pero un día con gran coraje y con el temor de perderla,
delante de todos la besó.
Dejó de lado la vergüenza, lealtades y prudencia
y ya de Alex no se alejó.


Y es así, de esta manera como un alma se libera
y se expresa con libertad.
Lejos de habladurías, de miedos y tonterías,
 viven felices las dos.
Porque no hay nada más bello, que vivir sin rodeos
una bonita historia de amor.
Fusionar alma y latidos, sentimientos y emociones,
en un solo corazón.

sábado, 23 de enero de 2016

El amor llama dos veces

Relato seleccionado y pendiente de publicar en el libro solidario "Cachitos de amor V"

Y después de 15 años, de repente nos encontramos. Y entre risas y recuerdos de un tiempo en el que todo era más sencillo,  volví a sentir que mi corazón se desbocaba y que no había podido olvidarla... y en ese instante recordé las palabras de mi padre "para enamorar a una mujer hazla reír", pero sin darme cuenta, cada vez que ella reía, más me enamoraba yo.