Enadco

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Punto y aparte

Le desconcertaron los resultados cuando abrió el sobre. Sus compañeros del grupo de terapia, le habían puntuado muy bajo. Esos papeles le definían como una persona fría, insensible y carente de empatía.

Le dolió. Le dolió más de lo que era capaz de admitir. Habían compartido dos años de su vida, confidencias, vivencias y un puñado de emociones encapsuladas, que habían hecho callo en sus almas. Le costó, pero se abrió a sus compañeros y les relató el infierno que había pasado en casa. Les contó cómo su padre borracho había abusado de él y lo había utilizado como un saco de boxeo en el que descargaba toda su rabia e impotencias, desde su más tierna infancia. Y como su hermano, que era mayor que él prefería mirar hacia otro lado, no fuese que todo aquello se volviera en su contra y cambiaran los papeles. Les habló de sus noches durmiendo en la calle y de lo que había tenido que hacer para poder sobrevivir.

Cuántas veces había soñado con una vida diferente. Anhelaba sentir el calor de un abrazo. Soñaba con dejarse llevar y dejarse acariciar..., pero su piel acostumbrada al sufrimiento, ya no confiaba y se alejaba de cualquier contacto físico por leve que fuera.

¿Cómo sus compañeros no habían sabido verlo?, ¿cómo a pesar de conocer su dolorosa realidad, le habían puntuado así? Definitivamente, el curso había sido ineficaz y una pérdida de tiempo, aunque no para él.