Querida
hija:
Te
escribo desde el silencio mientras te observo dormir.
Cuando
te miro no puedo evitar sonreír, una
sensación de felicidad y plenitud inunda todo mi ser.
Quiero
explicarte el gran amor que siento por ti
y ahora comprendo que no hay palabras para expresar lo que una madre
siente, hasta que no se vive y
experimenta. Por esto te escribo esta carta contándote un poco de mi historia.
Fui
educada para ser esposa, madre, mujer de mi casa…, no me malinterpretes, he
tenido y tengo una vida feliz, nunca me ha faltado nada, pero si pudiera haría
las cosas de una manera diferente, por ejemplo estudiar magisterio, mi gran
vocación. Aprender solfeo y viajar, perderme por diferentes pueblecitos del norte
de España y conocer su historia, sus costumbres, gastronomía…
Tuve
una infancia feliz, rodeada siempre de familia y amigos. La situación
económica, me obligó a mí por ser mujer, a renunciar a muchas de mis ilusiones.
Tuve que dejar la escuela para ayudar a mi madre en la casa y a mi hermano
mayor, por ser hombre, si le permitieron estudiar, porque tendría de mayor que
mantener una familia. No me faltó cariño, alimento ni vestido, pero si la
oportunidad de labrarme un destino diferente.
Desde
que papá y yo supimos que te esperábamos, te convertiste en lo más importante
de nuestras vidas, en nuestra prioridad. Después de tanto tiempo deseándote,
nuestro sueño se había hecho realidad. Llegaste para ser amada y tenemos todo
el amor para darte.
Ahora
todo es nuevo para ti, la luz, los sonidos, colores y texturas, sabes que nos
tienes incondicionalmente y te acompañaremos en todos tus descubrimientos.
Si
tuviera que hacer un balance de mi vida,
sin duda, este daría positivo. Positivo en aprendizaje, en experiencia, amistad
y amor, errores y aciertos, alegría y desilusiones, sueños alcanzados y otros
que se quedaron en el camino…, pero eso es la vida triunfos y derrotas,
esperanzas y renuncias, fuerza, coraje, ilusión, tristeza, dolor, progreso,
decepción..., todo tiene su lugar y es necesario y porque he comprendido el
significado de cada una de estas palabras, hoy puedo escribirte esta carta que
no me cansaré de leerte una y otra vez.
Te
imagino feliz haciendo lo que te gusta, lo que tu corazón y alma decidan y te haga
sentirte bien contigo misma, explotando tus talentos y creatividad.
Te
imagino libre para elegir tus creencias políticas, religiosas, filosóficas…,
aquello con lo que te sientas identificada.
Te
imagino independiente, con tus ideas propias, tus razonamientos, tus
decisiones…, lejos de apegos e idealizaciones infantiles.
Te
imagino viviendo con plenitud y equilibrio, con honestidad y autenticidad, sin
necesidad de complacer a los demás y utilizando tu energía y fuerza para desarrollarte
como persona, como mujer.
Te
imagino eligiendo tu camino, tu vida y tu destino. No hay mayor felicidad para
una madre que ver como su hija es feliz y fiel a sus ideales.
Tu
padre y yo lo estamos haciendo lo mejor que sabemos para enseñarte y transmitirte
los valores y herramientas necesarias para que lo consigas y seas independiente
y sepas manejar los momentos difíciles y el gran abanico de emociones que nos
traen las experiencias de la vida.
Y yo
como madre, me comprometo a estar a tu lado, acompañarte y educarte, con amor y
respeto a lo que eres, a lo que traes. Me comprometo a amarte
incondicionalmente.
Me
comprometo a ayudarte a potenciar tus habilidades y talentos y que sepas
expresarlos con libertad.
Me
comprometo a darte espacio y libertad, a educarte en la tolerancia y el respeto
hacia ti y hacia los demás.
Recibe
el amor, la fuerza y la vida que viene de los que estuvieron antes que tú,
ellos siempre te acompañarán en tu corazón y tu alma, a dondequiera que vayas y
guiarán tu camino.
Sólo
me queda desearte una larga y próspera vida, que la suerte sea tu fiel
compañera y que siempre haya una buena sintonía, entre lo que siente tu corazón
y piensa tu cabeza.
Con
todo mi amor, tu madre.